Mientras la solidaridad de los mexicanos se despojaba de la pereza de un domingo de final de puente para acudir en ayuda de los damnificados de Veracruz, de Ciudad Juárez llegó la peor señal de desesperación que hasta el momento habíamos conocido de la prensa en el país.
El Diario de Ciudad Juárez publicó un editorial que nos erizó la piel. No sólo porque es reacción de un antecedente inmediato: el asesinato de uno más de sus colaboradores, un joven de 21 años, Luis Carlos, practicante en camino de convertirse en fotógrafo del periódico, que regresó el luto a esa redacción donde hace apenas dos años trabajaba Armando, El Choco, también asesinado en 2008. El editorial de El Diario nos congeló por lo que significa para la prensa, la democracia y el Estado de derecho en este país.
Ese editorial pudieron haberlo escrito otros medios en este país, aquellos que han enfrentado las amenazas, la agresiones, la violencia, el miedo. Pero no pudo ser más significativo que lo firmara el periódico más importante de la ciudad más violenta del país, donde se cuentan más de 6 mil asesinatos en tres años. En esa ciudad, El Diario ha cumplido, pese a todo, con su responsabilidad de informar. A pesar de sus propios muertos, de las agresiones armadas, de las amenazas contra sus reporteros, y aun de las agresiones, veladas y directas, de las propias autoridades, incómodas frente a las coberturas que el periódico ha llevado adelante. Hoy mismo cumple con sus lectores y con la sociedad a la que sirve, confesando su propio miedo, su incapacidad para cumplir sus tareas de información en las condiciones a las que lo han llevado dos asesinatos impunes. Precisamente porque en Juárez la impunidad manda --me dicen que sólo 64 expedientes se han consignado de los más de 2 mil homicidios de este año--, El Diario se vuelve y mira de frente a quienes, al parecer, mandan esa ciudad: los poderes ilegales, el crimen, el narcotráfico. A ellos se dirige en el peor escenario para la prensa en este país, al reconocerlos como interlocutores, como los únicos capaces de detener la violencia de la que han sido objeto en los últimos años, ante la incapacidad, la desidia, la corrupción y el desdén de las autoridades, de los gobierno, de las instituciones y los poderes "formales".
Allí está El Diario de Juárez, solo frente al crimen, tomándolo de las solapas y pidiéndole una explicación por el tributo de sangre que ha debido pagar por confiar en que, pese a todo, podía seguir informando. Solos hoy los reporteros y fotógrafos que han debido cubrir las noticias sobre su propia tragedia, entrevistar a funcionarios que escupen sobre las tumbas de sus compañeros, advirtiendo que entre las líneas de investigación hay indicios de causas personales en el asesinato de Luis Carlos, como lo dijeron en su momento de Armando. Solos los directivos de ese medio que han tropezado con sus propios errores al publicar el nombre del otro joven practicante que sobrevivió al ataque armado. Sola una ciudad completa que mira los primeros signos de rendición de su prensa frente al crimen. Solo todos los medios que han tenido que callarse las amenazas, soportarlas en silencio, transigir frente a las demandas de los grupos criminales que ya se imponen en las agendas, que logran su cometido al insertar su información, sus mensajes cifrados o no -como escribe El Diario-- en los espacios de televisión y prensa.
Si a estas alturas no reconocemos la derrota, no sé qué más deba suceder para asumirla. Nos están ganando la partida. No sólo a la prensa, sino al país completo, a sus gobiernos, sus instituciones y sus ciudadanos. El regiones completas manda el crimen y nadie se ha atrevido a reconocerlo. Hasta ahora, que El Diario deja de lado los discursos a medias y se dirige a quien "manda". A esos poderes ilegales que son los únicos capaces de "perdonarles la vida", de grantizárselas. Trágico.
Mientras tanto, el resto de la prensa cavila, se lamenta, publica tímidamente el asesinato de Luis Carlos en interiores, acredita las versiones de la Procuraduría de Chihuahua sin cuestionar, sin preguntar por qué siempre detrás del asesinato de un periodista sólo hay "motivos personales". ¿Alguno acaso ha intentado ocupar los zapatos de los reporteros y fotógrafos de El Diario, de sus directivos, de todos los medios que han sido objeto de amenaza? ¿Por qué aquellos grandes medios nacionales, que recibieron como ninguno otro la solidaridad de todos cuando atravesar por graves circunstancias, han decidido tomar distancia de lo que ocurre en Juárez? ¿Por qué nos hemos conformado con compartir información tan deplorable, angustiante y vergonzosa en las redes sociales, en lugar de actuar? ¿Qué esperamos todos para actuar de una vez por todas frente a la violencia? ¿Qué debe ocurrir para que, de una vez por todas, arropemos a la prensa y los periodistas de este país? ¿Qué carajos esperan los grandes medios, los dueños, los gobiernos, las autoridades, para asumir que atravesamos hacia condiciones cada vez peores para el ejercicio de la libertad de expresión y el derecho a la información?
Yo estoy harta. Estoy avergonzada porque no puedo hacer más de lo que hemos intentado desde distintos frentes. Me siento impotente porque no encuentro la manera de ayudar a mis compañeros de Juárez y de otros tantos estados que están solos. Solos frente al crimen, frente a la violencia y frente a gobiernos, instituciones y políticos que, con su incapacidad, desidia y mala fe, contribuyen más que nunca a la violencia, fortalecen el poder ilegal y lo dejan pasar de largo en los espacios públicos como la prensa, excluyendo de allí a los ciudadanos y la información útil y necesaria para ellos.
¿Hasta cuándo lo vamos a permitir? ¿Hasta cuándo? Esa es la pregunta.
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