martes, 3 de mayo de 2011

Libertad de expresión en México: balance incierto

"La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar."
Eduardo Galeano

Hace meses que me ronda la confusión. Al cabo de una etapa de poco más de dos años involucrada en actividades de defensa de la libertad de expresión, sigo en un balance incierto. Durante este tiempo he compartido el empeño, el compromiso, el esfuerzo y la dedicación de muchos compañeros de las organizaciones de la sociedad civil, que han transitado trechos más largos de camino y topado en más de una ocasión con el límite de la frustración, sin abandonar por ello la ruta. He aprendido de ellos tanto como de mis compañeros periodistas. De estos últimos, sobre todo. He mirado, de cerca y de lejos, los esfuerzos individuales y colectivos de muchos reporteros, fotógrafos, camarógrafos, empeñados en derribar el miedo, la mediocridad, la amenaza, la adversidad laboral, para cumplir nada más que con la pasión por informar, por reportear.

jueves, 7 de abril de 2011

En Zigma: Acuerdo sobre la cobertura de la violencia

El programa de radio Zigma Periodistas, que conduce Darío Ramírez, nos invitó a charlar sobre el Acuerdo  para la Cobertura de Violencia, recientemente firmado por medios de comunicación en México. Allí estuvo también el especialista Mauricio Meschoulam.
Aquí el programa de radio que se transmite por RadioIbero 90.9
Esperamos sus comentarios...

martes, 1 de marzo de 2011

La libertad de expresión en la agenda del Congreso

A pesar de los escandalosos números de los dos últimos años, la violencia contra periodistas y medios de comunicación no es asunto que destaque particularmente en las agendas legislativas de los tres principales grupos parlamentarios en el Congreso (PAN, PRD y PRI).
Luego de revisar sus agendas para este periodo ordinario de sesiones, encontramos los siguientes párrafos, por ahí perdidos en su larga lista de buenas intenciones.
No agrego comentarios porque la propia redacción de las agendas partidistas exhibe y proyecta la preocupación de los legisladores federales —diputados y senadores— por la situación de la libertad de expresión en el país y por la seguridad de los medios y periodistas.

domingo, 6 de febrero de 2011

Me despido de la Casa del Periodista del DF

Esta semana se me cayó un cachito de esperanza. En el gremio periodístico y en nuestra capacidad para construir  proyectos ambiciosos que se arriesguen a nuevas fórmulas de participación, toma de decisiones y operación efectiva. Me falló la resistencia y, obvio, la capacidad política --aunque me quedo convencida de que hay cosas que prefieron nunca aprender. Va mi relato, que servirá también de autorreflexión.
Hace aproximadamente nueve meses, Eréndira Cruz Villegas me extendió, como a otros, una invitación para participar en la fundación de una casa refugio para periodistas en el Distrito Federal. Atravesábamos en eso momentos una de las más difíciles coyuntura para la prensa en materia de violencia. Había, y hay todavía, una urgencia por hacer algo que revirtiera o al menos sirviera de contención frente a las circunstancias de vulnerabilidad en que se encotraban --y se encuentran-- muchos periodistas en el país.
En principio dudé. La historia y la experiencia nos enseñan que bajo el paraguas del poder se encoge la independencia. Sin embargo, dadas las circunstancias, valía la pena intentar. Al cabo era la primera vez que un gobierno ofrecía a los periodistas un proyecto de esta naturaleza, con garantías de respeto absoluto en la operación y las decisiones, siempre que nos ciñéramos a las normas de la administración pública que, la verdad, yo desconozco casi por completo. También confié en participar porque creía importante demostrarnos, como periodistas, que podíamos establecer un relación de distancia y respeto con el poder en la Ciudad de México, en un espacio de colaboración de política pública. A final de cuentas la libertad de expresión es un derecho garantizado y toda la norma internacional obliga al Estado y los gobiernos a emprender acciones no sólo de defensa sino de promoción de ese derecho. De modo que para mí se trataba de una buena oportunidad para demostrar que se podía llevar adelante esa relación, lejos del sometimiento y el intercambio de favores. Hasta el día de mi renuncia al proyecto, nunca el gobierno capitalino intentó intervenir el el proceso de conformación de la casa. Acaso por ahí había preguntas acerca de la distribución presupuestaria para la casa, a la que se le destinaron 7 millones para la compra y remodelación de un inmueble. Hasta ahí todo bien y arrancamos.
Primero hubo que discutir durante semanas, si no meses, los términos de un acta constitutiva que mirara hacia adelante y abriera las expectativas de una casa que, más allá de la contingencia de la seguridad, pudiera resistir la prueba del largo plazo para convertirse en un sólido proyecto que atrajera la atención y la participación de todos los periodistas en la Ciudad de México, y sirviera de referente para el resto del país. Había además que garantizar medidas estrictas de transparencia, vigilancia y cuidado de los recursos que el Gobierno del Distrito Federal confió a la casa, pues se trataba de dineros públicos, de los contribuyentes, que estábamos más que obligados a cuidar y respetar. No sólo porque así lo obliga la ley, sino por convicción, congruencia y ética. No éramos más que los administradores de un recurso público que debía --y debe todavía-- beneficiar a los periodistas a través de proyectos y programas. Nunca como dádiva. A jalones y estirones se lograron acuerdos para incorporar una serie de candados que nos permitieran entregar cuentas claras dentro y fuera de la casa, para despejar dudas y suspicacias que siempre planean sobre este tipo de proyectos, y más cuando hay presupuesto público de por medio.
Rebasada por fin esta etapa había que diseñar el Consejo Directivo, lo que tampoco fue fácil. Después de otro periodo de negociación se dio el nombramiento de Omar Raúl Martínez como presidente del Consejo Directivo y de Rogelio Hernández como director de la casa. A partir de allí se procedió al diseño del organigrama y de las tareas que debían cumplirse para cada puesto. Tampoco fue fácil, pero podía comprenderse, pues había allí una composición diversa que no facilitaba las cosas. Cada uno de los socios --yo incluida-- formaba parte de alguna organización, traía consigo una historia, una manera de ver y ejercer el periodismo, de imaginar las casa y sus funciones. Se acordó que allí estábamos cada uno de nosotros de manera individual y no como representantes de ninguna organización, aunque en la composición de la asamblea destacaban en número los miembros del Frente Democrático de Periodistas por la Libertad de Expresión. Comprensible. Se trata de periodistas de larga trayectoria, con años de organización y participación en distintos espacios. También se sumó un valioso equipo de abogados. El acta quedó constituida por: Eréndira Cruz Villegas, pilar de ese proyecto; Judith Calderón Gómez; Lucía Lagunes; Amalia Rivera; Rogaciano Méndez; Manuel Fuentes, David Peña y Perla Gómez, abogados; Balbina Flores; Miguel Badillo, Amor Lajud y yo.
A pesar del empeño, las diferencias saltaban a cada rato. Las discusiones se prolongaban y no pocas veces alcanzaron un tono ríspido. Al final, casi siempre pudo llegarse a acuerdos, pasos muy pequeños, me parecía, frente a la urgencia del momento. Cada asamblea evidenció diferencias que en algunos casos parecían irreconciliables y más de una vez pensé en abandonar el barco. Ajena a esos proceso, me costaba mucho trabajo dedicar tantas horas a discusiones que a veces me parecían estériles. Más de una ocasión expresé mi malestar por la dinámica de trabajo: me parecía lenta y afuera ya se habían despertado expectativas, de modo que yo, lo que quería, era pasar ya a la siguiente etapa. Comprendía también que no podía forzar las cosas y que de alguna manera la fundación de un proceso ambicioso lleva tiempo. Sin embargo, comparaba el ritmo de trabajo y los resultados que hemos obtenido en otras organizaciones con apenas nada de recursos  puro trabajo voluntario. En fin, que los ritmos son distintos y así lo asumí.
Vino después la conformación de comisiones de trabajo para la elaboración de planes y programas que tuvieran como prioridad la prevención y la seguridad de los periodistas. A sabiendas de que en el Distrito Federal, quienes trabajamos en los medios no corremos ni de lejos los riesgos que enfrentan los periodistas de las entidades, marcamos como una prioridad el apoyo para periodistas de los estados. Para el día de mi salida, sólo contábamos con un anteproyecto elaborado por el director. Ambicioso, pero inoperante, desde mi punto de vista y así lo expresé.
Se acordó además no "engordar" la casa con un equipo de trabajo innecesario por el momento, pues al no haber sede no había necesidad de contratar a nadie hasta saber hacia dónde íbamos. Los recursos mejor guardarlos para productos de trabajo. En fin, que el único salario acordado era para el director de la casa. Los recursos llegaron, si mal no recuerdo, al final del año pasado y de inmediato se cubrió ese salario de manera retroactiva por los meses de desempeño. Como nomás no avanzábamos, a pesar de esfuerzos de gente como Balbina Flores en el tema de seguridad y de Amor Lajud en la parte administrativa, el resto no dimos visos de avanzar en casi nada. Yo tuve sólo una reunión con Rogelio Hernández para aportar algunas ideas y observaciones a su plan de trabajo, que posteriormente compartí con otras organizaciones con el propósito de sumarlas. Me preocupaba mucho, y así lo hablé con mucha gente, dotar de confianza el proyecto para animar la participación, para alejar los fantasmas que hacen morir las organizaciones de periodistas. Una y otra vez pedí el beneficio de la duda para la casa, empeñando mi palabra en que todo se conduciría de manera impecable, que no se trataba de un sindicato, que nadie tenía allí intereses ajenos.
Frente a las dificultades para avanzar se decidió que mejor contratar ya a quienes se desempeñarían como coordinadores de programas: seguridad o prevención, capacitación y área legal eran fundamentales. Después de conversarlo dentro y fuera de la casa, me propuse como candidata a ocupar la coordinación de capacitación, pero me ofrecieron mejor presentar mi candidatura para seguridad, cumpliendo la regla de renunciar a la asamblea y los cargos que allí había asumido y luego de pasar el proceso de selección que se abrió de manera atropellada por desconocimiento de formas. La idea me entusiasmó porque pensé que podía ser más útil en lo operativo y porque la cabeza me bullía de ideas. Nunca las presenté ni hubo oportunidad de llevarlas adelante.
En mi cabeza imaginé siempre la casa no sólo como un refugio, sino como un pequeño colegio de periodistas que impulsara sobre todo la profesionalización, mejores prácticas en todos los sentidos para el buen cumplimiento del ejercicio periodístico, pues entiendo que nada protege más a un periodista que una práctica responsable, ética y profesional, así como protocolos prácticos de seguridad para el trabajo cotidiano de quienes se desempeñan en zonas de riesgo. He aprendido, y estoy convenida de ello, que no sólo se trata de proteger al periodista sino a la información; que la sociedad y los acontecimientos actuales exigen periodistas mejor preparados, más comprometidos y seguros en su tarea para proveer información. Me preocupaba --y me preocupa todavía-- la falta de conocimiento y consciencia entre los ciudadanos y aun los periodistas de la importancia de promover y defender el derecho a la libertad de expresión.
Había además que difundir mucho el propósito de la casa, comunicar de la manera más atinada y con la palabra por delante que no había intención de competir con otras organizaciones en un terreno desigual, tomando en cuenta que la casa contaría con recursos y respaldo institucional. El propósito, y así lo entendí yo, era crear un ente fuerte de articulación de esfuerzos, que fortaleciera la capacidad de interlocución de los periodistas, que los apoyara en su desarrollo profesional y en sus necesidades de orientación de cualquier tipo; que llevara adelante alianzas y sumara esfuerzos para proveerlos de todo tipo de ropaje profesional. Me interesaba mucho el apoyo para los free lance, para las mujeres periodistas, atraer con programas novedosos a los jóvenes reporteros que ya no encuentran en sus redacciones un espacio de aprendizaje continuo ni confían de lejos en la organización gremial; pensaba también en la oportunidad de elevar la estima del periodismo local, urbano, promoviendo la publicación de libros colectivos de crónica, reportaje, entrevista. Son tantas las necesidades y tantos los retos que a todos nos rebasan y sólo en conjunto podíamos empujar hacia adelante. Qué mejor que una instancia con figura institucional  y recursos para ayudar y promover esta colaboración, aprovechando la experiencia y el conocimiento de todos. No se pudo. Al menos yo no pude.
En el proceso de tanta negociación se acordó abrir el acta constitutiva a nuevos miembros para alimentar la pluralidad, para sumar a gente que no tenía que venir de ninguna organización y sumar nuevas miradas y nombres.
Así llegamos a la asamblea del pasado 4 de febrero, en la cual se propuso una lista de nombres por sumar. Cada uno de los allí presentes ofreció seis que al final se votaron. Todos en la lista son periodistas reconocidos, honorables, a quienes aprecio y respeto. Pero un acto de votación en bloque dio el triunfo a seis nombres, de los cuales tres o cuatro, de nuevo, pertenecen o son cercanos al Frente. Ninguno de nosotros se detuvo a pensar en los perfiles profesionales, en lo que cada uno de los candidatos podía aportar para el proyecto. Nadie preguntó por qué habíamos dado un nombre u otro. Entonces caí en cuenta de que no  sé conducirme en los espacios de asamblea y dejé de verme en ese proyecto. Luego de la votación renuncié. No por los nuevos miembros que se iban a sumar porque, de nuevo lo subrayo, todos y todas son periodistas a quienes aprecio y respeto. Pero el acto mismo me evidenció una correlación de fuerzas desigual y, sobre todo, posiciones irreconciliable frente a lo queríamos y esperábamos del proyecto.
En las reglas básicas de la democracia, la mayoría había ganado. Sin duda. Pero el acuerdo implícito, o quizá sólo mi deseo, para sumar nuevos nombres que alimentara la pluralidad, no se había cumplido. Y así lo hablé al final de esa asamblea con Rogelio Hernández. Me despedí de todos de manera cordial, deseándoles la mejor de las suertes para que la casa siga su curso.
Agradezco a quienes me pidieron reconsiderar la decisión y el respeto y el apoyo que siempre tuvieron para conmigo. Pero forma es fondo, y ese barco ya había tomado un rumbo que yo no comparto. Simplemente, incompatibilidad de caracteres y de maneras de entender la participación, la pluralidad y el trabajo.

martes, 1 de febrero de 2011

Yo me quedo en el "Fuego cruzado" (o por qué leer el libro de @Marcela Turati)



@Marcela Turati ha escrito un libro. Se llama Fuego cruzado. Las víctimas atrapadas en la guerra del narco. Desde la orilla privilegiada de la amistad, la vi escribir cada texto, reportear cada párrafo con la dedicación de una @periodista de a pie que caminará las distancias necesarias para levantar sus historias, sin más equipaje de mano que una libreta y una pluma -aprendió con los buenos a no llevar consigo grabadoras-. A Turati le gusta viajar, hablar con la gente, escuchara, preguntar, clavar la atención en los ojos del otro mientras va hilando crónicas que rezuman un periodismo lleno de humanidad, dignidad y, también, indignación.


Este libro, me consta nuevamente, nació de esa semilla de indignación que, aun sin querer, germina en los periodistas que miran el mundo con los ojos de todos de todos nosotros, hasta que los ojos les estallan en un texto, en un reportaje, porque ya no pueden más. No hay más que hacer frente a tantas imágenes guardadas en la memoria, tantas palabras empacadas en una libreta. Pero a Turati se le desparramó la maleta porque el equipaje no cabía más en el espacio de la prensa. Sólo entonces nació Fuego cruzado, pero fue apenas el parto, la idea.


En adelante, mi amiga Turati desaparecería de tanto en mucho. Volvería una y otra vez a los lugares marcados por la violencia. Hablaría de nuevo --no hay línea telefónica que le aguante las llamadas-- con cada una de las personas que antes había entrevistado y sólo para confirmar que ewn este país las víctimas se multiplican más que el pan y los peces. Sin saberlo, o sin darse cuenta, o sin decirlo, cada uno de sus viajes fueron documentado la mentira sobre la que se sostiene la ofensiva contra el narcotráfico y en cada uno de sus reportajes se fueron esbozando los primeros signos de las consecuencias por venir.


Qué afortunado el periodista que es testigo, pero cuanto mejor el que reconstruye a fuerza de los pedacitos que va levantando aquí y allá. Y eso hizo Marcela en Fuego cruzado, una colección de imágenes, voces, historias, escenas, que por momentos son insoportables para el estómago. Imposible no indignarse, imposible no mentar madres y maldecir. Imposible no pedir cuentas por el silencio a que hemos condenado, como sociedad, a esos miles de mexicanos que en los últimos cuatro años han cavado una tumba, buscado a un familiar sin encontrarlo, mirar a sus hijos vivir con miedo, huir de un hogar para salvar la vida y aun saber que esta violencia es sostén de muchas familias, las de aquellos que han encontrado entre los muertos, heridos y desaparecidos su materia de trabajo. Cosas del mercado, tragedias de la realidad.


Yo, lo confieso, no he podido terminarlo. Me preparo para acabarlo y soportar que no podré hacer nada por ninguna de las personas que Turati me ha puesto delante. Leo a ratitos, siempre dispuesta a escapar. Y siempre vuelvo porque hay que leerlos. Porque hay que escuchar a quienes les hemos negado la palabra, porque hay que volver la vista al vacío que abrió frente a nosotros esta "guerra".


Por último debo decir que hubo un tiempo en que sentí que el gusto por el periodismo se me desbarataba en el ácido de lo obligado cotidiano (sentimiento cíclico, a decir verdad). Con Marcela Turati, uno siempre vuelve a la mejor imagen de un periodista...


Felicidades Turati!!!!

miércoles, 5 de enero de 2011

Pendientes a la carta en 2011

Arranca el año y comienzan a formar fila los asuntos que más nos interesan o preocupan. Y en materia de libertad de expresión la lista es larga. Aquí mi propio recuento de las agendas pendientes en materia de libertad de expresión para este 2011, que esperan la participación --y vigilancia-- de todos los periodistas. 
1) Mecanismo de protección a periodistas de la Secretaría de Gobernación. Apenas en su primera fase, los periodistas poco sabemos de la operación de esta estrategia. Ya sea por falta de difusión, transparencia o simple gana de abrir la información a los interesados, hasta ahora sólo un pequeño grupo de organizaciones y periodistas ha tenido la oportunidad de conocer apenas algunos pormenores de este mecanismo. No muy de cerca, hay que decirlo, pues la Segob no ha abierto la puerta a nadie, al menos no lo suficiente para que la información asome. 
La Segob presentó este mecanismo a finales del año pasado, en un acto de protocolo a cargo de un funcionario menor, lo que evidencia la dimensión real que el tema significa para el gobierno federal, a pesar de la urgencia del momento. Y hace apenas unos días (el 3 de enero) comenzó sus trabajos con una reunión preliminar, en la que al parecer sólo participaron funcionarios de la Segob y la PGR. Allí mismo algún funcionario confesó a la prensa que los trabajos se encontraban en una fase "muy incipiente", ya que todavía no habían acordado la metodología para invitar a quienes representarán al gremio periodístico. El acuerdo ese día fue pedir la opinión de especialistas. Allí acordaron, nada menos, que pedir la opinión de especialistas en protección a periodistas en situaciones de riesgo y convocar a otra reunión para el 10 de enero. Muy productiva reunión... 
Como sea, y aunque hay opiniones divididas, desde este espacio consideramos necesario abrir la información acerca de este mecanismo, obligar la apertura y la transparencia en el ejercicio del gasto que le ha sido asignado y empujar algún esquema que permita la participación de organizaciones y periodistas en el entendido de que este comité trabajará con información que deberá reservarse bajo los más estrictos estándares de seguridad, pues está en juego, nada menos, que la vida de personas. 
Creemos, por la situación de violencia que atraviesa el país, que el gobierno está obligado a asumir su responsabilidad en la seguridad de periodistas y medios y esperaríamos que comenzara remontando la impunidad que prevalece. 
Insistimos: no se trata sólo de un tema de periodistas, sino de garantizar a la sociedad el ejercicio amplio del derecho a la información y la libertad de expresión, en condiciones que son adversas en estos momentos por la violencia. 
Por todo lo anterior, creemos que el seguimiento a las acciones de este Comité de Protección a Periodistas debe ser una prioridad para todos nosotros. Y los primeros indicios de este 2011 no son muy positivos...
2) Casa de Protección a Periodistas en el DF. Todavía en periodo de incubación, este proyecto avanza lento, aun cuando ya cuenta con presupuesto asignado y hay un equipo de trabajo intentando empujar su operación. El trabajo desigual y, hay que decirlo, la desconfianza han importunado el paso de este casa, que por ahora sólo es un espacio de trabajo que intenta diseñar estrategias en distintas materias: seguridad, capacitación y profesionalización, y gestión legislativa y laboral. Este año, la casa deberá sentar bases de manera definitiva, si acaso no queremos desperdiciar una oportunidad de oro para contar con un espacio garantizado con recursos para empujar los temas del periodismo en la ciudad de México y desde aquí apoyar e incidir en el resto del país. 
Me preocupa particularmente el tema de la desconfianza y hasta los malos deseos que apuestan al fracaso de este proyecto. Es cierto que los recursos de arranque provienen del gobierno capitalino, aunque estrictamente son dineros ciudadanos, de los contribuyentes, y por tanto, hay obligación de cuidarlos y transparentar su uso. También es verdad que puede haber de lado oficial --y seguro la hay-- un ánimo de distinguirse y aprovechar la coyuntura para provecho político. Pero también es cierto que depende de los periodistas el destino de este proyecto. Acostumbrados como estamos a dejar nuestros asuntos en manos de otros --empresas, gobierno, organizaciones, etcétera--, los periodistas debemos aprender de una vez por todas a involucrarnos en los temas que nos competen. Para que nadie hable por nosotros, para que nadie nos diga qué y cómo hacerlo. Y aun para que nadie saque provecho de nuestra representación. 
Apropiarnos de los proyectos que nos involucran y no dejarlos en manos de unos cuantos, luchar por los espacios que nos corresponden y pueden ayudar a nuestro fortalecimiento es tarea urgente, pendiente y necesaria. 
Esta casa del periodista no sólo se pretende refugio para los periodistas amenazados --bien podrían ponerse de acuerdo los gobiernos para articularse en el esfuerzo de la seguridad, no?--, desde ella también se impulsarán políticas que nos devuelvan dignidad y seguridad como gremio, que nos ayuden a fortalecernos en lo profesional y que nos permitan, al final de cuentas, ser mejores periodistas. Pero insisto, allí debemos estar todos.
Y si ustedes e preguntan, ¿qué podemos hacer desde esta casa? Yo les pongo un ejemplo, programas que protejan, por ejemplo, la labor de los free lance, entre otros, la contratación colectiva de seguros, asesoría contable, derechos de autor, entre otros. Y sólo por mencionar un tema. Mucho hay por hacer y podemos si nos involucramos. 
3) Mesa Multisectorial para la Libertad de Expresión. En el ámbito de la Comisión de Derechos Humanos del DF se ha abierto otro espacio de discusión y trabajo colectivo en favor de la labor periodística, con el propósito de fortalecer políticas públicas para la libertad de expresión, lo cual atraviesa de manera obligada a los periodistas. Allí, entre otros temas que nos preocupan y nos comprometen están las políticas públicas en favor de quienes no tienen ningún tipo de prestación social. Hemos puesto sobre la mesa la necesidad de que los periodistas sin prestaciones sociales en el DF puedan acceder a los programas gratuitos del gobierno capitalino y necesitamos, también, guarderías para las periodistas, habida cuenta de las jornadas laborales cada vez más largas en los medios de comunicación.
La lista de temas a tratar en esta mesa es larga y esperamos informar a su tiempo de cada una de las líneas de trabajo y acuerdos que se vayan tomando. Por lo pronto, de nuevo la invitación a involucrarse, participar y vigilar estos espacios.
Por último, llama la atención los esfuerzos que desde distintos espacios se han emprendido para fortalecer y asegurar la libertad de expresión y el derecho a la información en México. Son muchas las organizaciones y peridistas que hacen lo suyo en los espacios que les corresponden. Los grandes ausentes siguen siendo, nada menos, que las empresas de medios... ¿Qué esperan?
Hasta aquí la primera revisión de los temas que nos involucran de manera directa. Hay más, sin duda, pero habrá y hay quien ya los aborda en otros espacios, en los que también estamos atentos...
Feliz año nuevo!!!