miércoles, 22 de septiembre de 2010

¿El silencio como protocolo de seguridad?

*Texto publicado en el Blog de Nexos

La violencia lo ha arañado todo. Hasta los pudores de la prensa, que hasta hace unos meses no hablaba de sí misma ni en defensa propia –y valga el lugar común en toda su literalidad. Hoy las circunstancias han cambiado. La prensa, los periodistas, los medios, son noticia de sí mismos. De la frase tan común en las redacciones, que justificaba ignorar al otro, a la competencia, bajo la sentencia de “perro no come carne de perro”, hemos pasado a la atención mutua. A veces en tono solidario, otras para descalificar o denostar. Como sea, las constantes agresiones de que son objeto los periodistas y sus medios, sobre todo en los estados, han obligado a que volvamos la vista hacia nosotros y hablemos los unos de los otros, como buena familia disfuncional que ha sido la prensa mexicana.
En eso estamos. En el intercambio de desprecios o de solidaridades tímidas que apenas alcanzan para arropar a periodistas y medios cercados por la violencia, las agresiones y amenazas del crimen organizado y aun de la autoridad, pues hay que recordar que a estas alturas se cuentan por cientos los episodios de agresiones a periodistas, y que la mayoría proviene precisamente de las autoridades. Como no ha habido castigo para ellas, tampoco lo ha habido para los delincuentes, estos cada vez más impunes, cada vez más violentos. De ello pueden dar cuenta los periodistas de Juárez, donde han muerto al menos diez en la última década. Dos de ellos trabajadores de la misma empresa, El Diario, el periódico más importante de esa ciudad donde la muerte se pasea con armas largas. A uno lo asesinaron en 2008 y a otro hace apenas unos días. Sobre los cuerpos de ambos se lanzaron sospechas antes que flores y hasta ahora, al menos en el caso de Armando, El Choco, no sabemos nada de las investigaciones ni de los responsables de su muerte. Luis Carlos ni siquiera conoció el ejercicio profesional y, sin embargo, ya pesa el descrédito sobre su tumba.
Con el luto prolongado por la impunidad, El Diario rompió con las buenas maneras de la prensa en su relación con el poder. Ese editorial, del que tanto se ha hablado, proyecta en toda su dimensión los días de bala y silencio que atraviesan los medios en muchas ciudades del país. Sorprende, sí, que un periódico reconozca públicamente como interlocutor al crimen organizado, que de dirija abiertamente a él para garantizar la vida de sus reporteros y fotógrafos en las calles. Pero no deben sorprendernos sus motivos, porque en los estados más asolados por la violencia, los medios han debido negociar con el crimen organizado, de una forma u otra, ante la falta de condiciones de seguridad para su labor y, lo que es peor, de confianza en las autoridades. ¿Acaso no lo hicieron Televisa y Milenio TV al transmitir las imágenes que exigieron los secuestradores de sus camarógrafos y reporteros a cambio de respetar su vida? ¿Acaso no tuvieron que someterse los periódicos de Zacatecas ante los grupos que los amenazaron? ¿Cuántos casos habrá como éstos en el país? Sabemos de muchos. De medios que han adoptado el silencio como “protocolo” de seguridad y se han replegado a las “reglas no escritas” de la delincuencia que manda en sus pequeñas ciudades.
Lo que sucede en Juárez, en cambio, es atípico, como todo lo que allí ocurre, porque hay que reconocer que en esa ciudad, la más violenta del país, la prensa ha cumplido, aun a pesar de la cuota de sangre. El Diario no ha hecho más que evidenciar lo que ya ocurre en muchas regiones del país, a costa de la salud democrática, porque en su indolencia, en su negligencia, las autoridades han permitido que el crimen gane terreno en los medios, expulsando los temas ciudadanos. Y no obstante los riesgos, el gobierno ha elegido confrontar, descalificar, y a final de cuentas dejar sola a la prensa frente al crimen. Sobre todo a los medios de los estados, que salvan como pueden su integridad, mientras los grandes medios nacionales se deciden a enfrentar, de cara a los ciudadanos, los riesgos que acechan cada vez más cerca la libertad de expresión y el derecho a la información.
No sabemos lo que vendrá en adelante, pero la experiencia ya nos avisa que nada bueno, si no actuamos juntos de una vez por todas.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Prensa débil

Los periodistas llevamos dos días lamentándonos de lo que ocurre con la prensa en México. Particularmente de lo que sucede en Juárez con El Diario, el periódico más importante en aquella ciudad de la frontera, que ha tenido que renovar el moño negro en su portada por la muerte de Luis Carlos Santiago, el joven practicante, fotógrafo, asesinado el pasado 16 de septiembre.
Hasta el momento, sin embargo, no hemos podido articularnos en acciones concretas para expresar ese sentimiento compartido de indignación, impotencia, preocupación, que recorre las redes sociales. Pienso en las razones y llego a callejones sin salida que me llevan a los muros ya conocidos, es decir, las respuestas de siempre: los periodistas no estamos organizados, no hay una sola organización que nos represente o a la cual confiar nuestra representación, nos paraliza y desactiva la falta unidad, de identidad de grupo o gremio, como quieran llamarle, falta compromiso, etc, etc, etc.
Aunque todo lo anterior es verdad, también es cierto que lo mucho o poco que hemos podido hacer, como  reporteros y fotógrafos, como periodistas de a pie al cabo, no alcanza para las circunstancias que enfrentamos. Acaso precisamente por nuestra falta de organización, por la debilidad de las pocas  organizaciones que nos representan, por la falta de un trabajo continuo y constante, no tenemos fuerza de interlocución, nuestra voz no llega a donde debe y no contamos si quiera con canales. Hoy más que nunca nuestra debilidad está en evidencia. Así ha convenido, así lo hemos aceptado.
Pero a descargo nuestro hay que decir que esta condición de indefensión no es sólo responsabilidad de los periodistas, sino también de los medios, de la prensa en su conjunto. La gravedad de la circunstancias que enfrentan mucho medios medios en el país, soportando solos las amenazas, rindiéndose ante el crimen organizado y aun ante autoridades corruptas, evidencia también la debilidad de las empresas de comunicación. Ellas también están solas por cuenta propia, porque así lo han decidido al anteponer su interés empresarial y de poder, por encima de los intereses ciudadanos y de la responsabilidad social de las funciones que cumplen. Más que los periodistas, las empresas son blanco de descrédito y vituperio ciudadano. Imposible para ellas recurrir a los ciudadanos, como ha ocurrido en otros países, para enfrentar la amenaza del enemigo. A nadie, en realidad, le importa lo que sucede con la prensa. Si acaso a los involucrados. Pero no a las empresas, que siguen dejando pasar los episodios de violencia, las señalas de amenaza, sin plantar cara. Al final parece que esta cadena interminable de agresiones sigue viéndose como una secuencia de episodios aislados y no como un escenario que ya involucra a todos.
Yo, por lo pronto, me quedo con una sensación de aislamiento que nos alcanza a todos como periodistas, como prensa en conjunto. Y la pregunta sigue abierta: ¿Qué hacemos?
Desde Los Queremos Vivos habíamos lanzado la siguiente iniciativa que hoy más que nunca parece pertinente: ¿Cómo nos queremos vivos?

domingo, 19 de septiembre de 2010

Solos frente al crimen

* Para Sandra, mi amiga, y para todos los compañeros de El Diario, de Ciudad Juárez

Mientras la solidaridad de los mexicanos se despojaba de la pereza de un domingo de final de puente para acudir en ayuda de los damnificados de Veracruz, de Ciudad Juárez llegó la peor señal de desesperación que hasta el momento habíamos conocido de la prensa en el país. 
El Diario de Ciudad Juárez publicó un editorial que nos erizó la piel. No sólo porque es reacción de un antecedente inmediato: el asesinato de uno más de sus colaboradores, un joven de 21 años, Luis Carlos, practicante en camino de convertirse en fotógrafo del periódico, que regresó el luto a esa redacción donde hace apenas dos años trabajaba Armando, El Choco, también asesinado en 2008. El editorial de El Diario nos congeló por lo que significa para la prensa, la democracia y el Estado de derecho en este país.
Ese editorial pudieron haberlo escrito otros medios en este país, aquellos que han enfrentado las amenazas, la agresiones, la violencia, el miedo. Pero no pudo ser más significativo que lo firmara el periódico más importante de la ciudad más violenta del país, donde se cuentan más de 6 mil asesinatos en tres años. En esa ciudad, El Diario ha cumplido, pese a todo, con su responsabilidad de informar. A pesar de sus propios muertos, de las agresiones armadas, de las amenazas contra sus reporteros, y aun de las agresiones, veladas y directas, de las propias autoridades, incómodas frente a las coberturas que el periódico ha llevado adelante. Hoy mismo cumple con sus lectores y con la sociedad a la que sirve, confesando su propio miedo, su incapacidad para cumplir sus tareas de información en las condiciones a las que lo han llevado dos asesinatos impunes. Precisamente porque en Juárez la impunidad manda --me dicen que sólo 64 expedientes se han consignado de los más de 2 mil homicidios de este año--, El Diario se vuelve y mira de frente a quienes, al parecer, mandan esa ciudad: los poderes ilegales, el crimen, el narcotráfico. A ellos se dirige en el peor escenario para la prensa en este país, al reconocerlos como interlocutores, como los únicos capaces de detener la violencia de la que han sido objeto en los últimos años, ante la incapacidad, la desidia, la corrupción y el desdén de las autoridades, de los gobierno, de las instituciones y los poderes "formales".
Allí está El Diario de Juárez, solo frente al crimen, tomándolo de las solapas y pidiéndole una explicación por el tributo de sangre que ha debido pagar por confiar en que, pese a todo, podía seguir informando. Solos hoy los reporteros y fotógrafos que han debido cubrir las noticias sobre su propia tragedia, entrevistar a funcionarios que escupen sobre las tumbas de sus compañeros, advirtiendo que entre las líneas de investigación hay indicios de causas personales en el asesinato de Luis Carlos, como lo dijeron en su momento de Armando. Solos los directivos de ese medio que han tropezado con sus propios errores al publicar el nombre del otro joven practicante que sobrevivió al ataque armado. Sola una ciudad completa que mira los primeros signos de rendición de su prensa frente al crimen. Solo todos los medios que han tenido que callarse las amenazas, soportarlas en silencio, transigir frente a las demandas de los grupos criminales que ya se imponen en las agendas, que logran su cometido al insertar su información, sus mensajes cifrados o no -como escribe El Diario-- en los espacios de televisión y prensa.
Si a estas alturas no reconocemos la derrota, no sé qué más deba suceder para asumirla. Nos están ganando la partida. No sólo a la prensa, sino al país completo, a sus gobiernos, sus instituciones y sus ciudadanos. El regiones completas manda el crimen y nadie se ha atrevido a reconocerlo. Hasta ahora, que El Diario deja de lado los discursos a medias y se dirige a quien "manda". A esos poderes ilegales que son los únicos capaces de "perdonarles la vida", de grantizárselas. Trágico.
Mientras tanto, el resto de la prensa cavila, se lamenta, publica tímidamente el asesinato de Luis Carlos en interiores, acredita las versiones de la Procuraduría de Chihuahua sin cuestionar, sin preguntar por qué siempre detrás del asesinato de un periodista sólo hay "motivos personales". ¿Alguno acaso ha intentado ocupar los zapatos de los reporteros y fotógrafos de El Diario, de sus directivos, de todos los medios que han sido objeto de amenaza? ¿Por qué aquellos grandes medios nacionales, que recibieron como ninguno otro la solidaridad de todos cuando atravesar por graves circunstancias, han decidido tomar distancia de lo que ocurre en Juárez? ¿Por qué nos hemos conformado con compartir información tan deplorable, angustiante y vergonzosa en las redes sociales, en lugar de actuar? ¿Qué esperamos todos para actuar de una vez por todas frente a la violencia? ¿Qué debe ocurrir para que, de una vez por todas, arropemos a la prensa y los periodistas de este país? ¿Qué carajos esperan los grandes medios, los dueños, los gobiernos, las autoridades, para asumir que atravesamos hacia condiciones cada vez peores para el ejercicio de la libertad de expresión y el derecho a la información?
Yo estoy harta. Estoy avergonzada porque no puedo hacer más de lo que hemos intentado desde distintos frentes. Me siento impotente porque no encuentro la manera de ayudar a mis compañeros de Juárez y de otros tantos estados que están solos. Solos frente al crimen, frente a la violencia y frente a gobiernos, instituciones y políticos que, con su incapacidad, desidia y mala fe, contribuyen más que nunca a la violencia, fortalecen el poder ilegal y lo dejan pasar de largo en los espacios públicos como la prensa, excluyendo de allí a los ciudadanos y la información útil y necesaria para ellos. 
¿Hasta cuándo lo vamos a permitir? ¿Hasta cuándo? Esa es la pregunta.