Hoy se cumple una semana de un lema en movimiento. Los Queremos Vivos salió a la calle el pasado 7 de agosto, multiplicado en cada uno de los periodistas y ciudadanos de este país, que desde cada una de sus ciudades levantaron la voz para exigir: Ni uno más.
No más muertos en las filas de los reporteros, camarógrafos, fotógrafos, periodistas todos. No más silencio ni impunidad. No más expedientes abandonados en el archivo de la desidia de procuradurías, fiscalías y autoridades de cualquier orden. No más agresiones, amenazas, intimidaciones para la prensa de este país. No más miedo frente a nada ni frente a nadie.
Bajo este cielo, los periodistas de todo el país hemos encontrado, como nunca, el arropo de ciudadanos que comparten nuestra preocupación por la defensa imprescindibles de Tu Derecho a Saber y Mi Derecho a Informar, porque la libertad de expresión no puede caminar sola sin el derecho a la información. Por eso todos los queremos vivos. A los periodistas que informan y a los ciudadanos que nos leen, que nos escuchan, que nos ven. No hay uno sin el otro.
Todavía hoy, hay quienes se preguntan si los periodistas merecen un trato de excepción. Si su demanda será justa sólo en la medida que agregue a 28 mil mexicanos muertos en los últimos tres años y medio. Si no hay detrás la paradoja y la contradicción de un oficio que lleva implícito el riesgo. Al cabo muchos llegaron a éste imaginando emociones y aventuras. La duda ronda: ¿los periodistas tenemos derecho a exigir?
Seguro sí. Estoy convencida. Muchos estamos convencidos. Pero habrá que remontar, porque esa duda germinó en tierra abonada por el descuido, la negligencia y la propia irresponsabilidad para con nuestro oficio y con los ciudadanos. No hemos aceptado prescindibles en la medida en que hemos renunciado a ser mejores, íntegros, éticos. Y lo peor, en la misma medida hemos alejado de la conciencia pública el valor del periodismo como garantía de derecho. Por eso hoy se atreven los diputados a decir que hay libertad de expresión, porque todo el mundo puede decir lo que quiere; que cualquier se informa donde quiere y como quiere. Así de básico y así de inútil su entendimiento sobre dos derechos imprescindibles para la democracia y la justicia.
Pero posiciones como ésas no serán las únicas trampas en el camino para los periodistas que han tomado como propio el lema de Los Queremos Vivos. También acechan demonios entre nuestras filas. Las ganas de dividir o de excluir, las ambiciones desbordadas, las tentaciones de poder, el deseo de apropiarse de lo inapropiable. Correr a riesgo de tropezarse y desbarrancar en el impulso un esfuerzo colectivo a largo plazo.
Como nos queremos vivos, necesitamos de todos. Es un lema en movimiento y es de todos. Honrémoslo.
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