Comenzaré con una anécdota: Había una vez un diario, que por equivocación publicó un trascendido no comprobado ni verificado que resultó falso. Ese trascendido se lanzó a las redes sociales, recorrió el espacio de Twitter, se multiplicó y, por supuesto, levantó reacciones. Como afectaba a un popular político, sus seguidores y simpatizantes, que son muchos en la red, se dieron a la tarea de comprobar esa información y, por supuesto, corregirla. La reacción y acción de los twitteros obligó a ese diario a rectificar y aun ofrecer disculpas incluso en su medio impreso... Caso inédito en la prensa nacional. Si alguna sospecha tenía, en ese momento supe que a Twitter había que tomarlo en serio. Que en el universo de los 140 caracteres se había gestado algo que yo al menos, como periodista, no había alcanzado a observar hasta entonces: un germen salvajemente puro de opinión pública activa, una bola de ciudadanos atentos y dispuestos a tirar por tierra las distancias que los separan de los medios convencionales y los nombres de peso. Ciudadanos que quizá, sin proponérselo, se han convertido en observadores rigurosos, y a veces críticos rijosos, de lo que los periodistas y medios publican. No todos, claro, hay a quienes les basta con seguir, con mirar de lejos, con compartir un poco de fama intercambiando amables twitts con las estrellas de todos los ámbitos. Se vale. Y esa es la regla, si cabe describirla de alguna manera: en las redes sociales todo se vale, menos ofender a la mala. Por lo demás, los periodistas, los políticos, los famosos del mundo del espectáculo o el deporte hemos ido acostumbrándonos a los trolls, a las know out que nos dejan en el suelo y nos hacen levantarnos con un poco más de claridad sobre la dinámica de las redes sociales. Nos han enseñado a ser más cuidadosos respecto de lo que publicamos y cómo nos manejamos en redes sociales. Y no obstante, falta mucho por hacer y por aprender. Y lo digo desde la sociedad civil, la política y desde los medios. Hasta ahora, siguen siendo pocos los reporteros, que no los opinadores, involucrados en el mundo de las redes sociales desde la orilla de su oficio. No hay en los medios estrategias de colaboración con los usuarios, o son muy pocos quienes las han ensayado. Por lo tanto, no han abierto un espacio para la información en tiempo real en redes sociales, quizá por inseguridad, pues lo que se lanza a la red, difícilmente podrá corregirse, lo cual obliga, a diferencia de lo que muchos opinan, a ser más riguroso con la información. Todavía en los medios, por ejemplo, no hemos creado la figura del social media editor, no hay estrategias rigurosas y profesionales de difusión y aun producción de información a partir de redes sociales. Tampoco se ha abierto una discusión real sobre las responsabilidades éticas y profesionales de los periodistas en el manejo de sus cuentas en redes sociales o de la relación que debe prevalecer en éstas con su medio. Y me preocupan todos estos temas porque soy, lo confieso, una férrea defensora de la utilidad del periodismo formal, por llamarlo de algún modo, respecto del periodismo ciudadano. No se confundan, lo respeto, lo defiendo y hasta lo promuevo, pero el periodismo formalmente hablando tiene mucho que enseñar y hay mucho que respetarle. Los dos caben, cada uno con sus características propias y aun creo que deben incluso alimentarse. Pero el periodismo es el periodismo.
De los políticos, ni hablar. En esta carrera me parecen los más retrasados, tan poco acostumbrados a la crítica y la interacción constante. No se han dado cuenta que las redes sociales no son la inserción pagada y oculta en los medios impresos, que no alcanza con su nombre y con sus “atractivas” actividades diarias si no se asumen como lo que son: personajes públicos sujetos a crítica y observación.
Por otra parte creo que la sociedad civil organizada aun no saca provecho como debiera de las redes sociales. No veo una actividad constante, difusión de información, posicionamientos, colocación de sus temas en la agenda. Creo que la sociedad civil está desperdiciando una oportunidad invaluable en ese sentido y lo digo como consumidora de información y como seguidora y simpatizante de algunas causas. Porque las redes sociales, lo confieso, me han dado la oportunidad de ejercer mi derecho a la no objetividad, a expresar mi simpatías y mis malestares como ciudadana y periodista. Soy tal cual me leen en twitter, aunque como periodista aplico la regla de oro del hecho por encima de la opinión, el dato por encima de la especulación, el respeto siempre y el equilibrio. Allí donde hay una voz en contra siempre debe estar la voz a favor. Allí donde hay una acusación debe haber una defensa. Allí donde hay indicios de mentira, se debe buscar la verdad. Y todo aderezado siempre con los valores de la ética que dota al periodismo y al periodista de dignidad. Todo eso debe estar, obligadamente, en la actividad de los periodistas en las redes sociales. Y más allí, porque en el universo de los 140 caracteres no hay espacio suficiente para esconder lo que somos. Bienvenida la tierra de nadie de las redes sociales, donde todos estamos a la vista y al alcance, donde todos somos iguales, sin importar el número de followers.
Y de parte del movimiento #losqueremosvivos, quiero decir gracias, porque de las redes sociales emergió el tema silenciado de la violencia contra periodistas, y porque a través de ellas, de los ciudadanos, hemos podido romper silencios. Hay que agradecer y saber reconocer, desde el periodismo, el valiosísimo aporte de los ciudadanos, que han dotado de información a los medios y los periodistas, allí donde no estamos o no llegamos o nos han sacado y silenciado. Tamaulipas, por ejemplo. Sólo les pido a los ciudadanos que no dejen de vigilarnos, que no dejen de exhibirnos en nuestros errores y excesos. Así como el poder obliga a una prensa vigilante, así la prensa necesita de ciudadanos vigilantes... El ejercicio de la libertad de expresión, del derecho a la información es responsabilidad de todos. Gracias!
*Ponencia leída en el Foro Experiencias de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos a través de las tecnologías digitales de la información.
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